lunes, 28 de marzo de 2011

Empleo: la educación no es la respuesta

Para el economista, más formación no asegura mejor empleo a los sectores medios. Lo que hace falta es restablecer el poder de negociación que la fuerza laboral perdió en los últimos años, según Krugman.

PorPaul Krugman

Para Krugman, la educación no asegura mejor empleo a los sectores medios.

Es una verdad universalmente aceptada que la educación es la clave del éxito económico. Todo el mundo sabe que los empleos del futuro requerirán niveles de capacitación más altos que nunca. Es por esto que, en una reciente aparición junto al ex gobernador de Florida Jeb Bush, el presidente Obama declaró que "si queremos más buenas noticias sobre el empleo, tenemos que hacer más inversiones en educación".

Pero lo que todo el mundo sabe es equivocado.

Un día después del encuentro Obama-Bush, The Times publicó un artículo acerca del uso creciente de software para realizar investigaciones legales. Resulta que las computadoras pueden analizar rápidamente millones de documentos, haciendo de un modo muy económico una tarea que requería ejércitos de abogados y asistentes.

En este caso, entonces, el progreso tecnológico está reduciendo, de hecho, la demanda de trabajadores con un alto nivel de educación.

Y la investigación legal no es un ejemplo aislado. Como lo señala el artículo, el software también viene reemplazando a los ingenieros en tareas tales como el diseño de microprocesadores. La idea de que la tecnología moderna elimina sólo empleos poco calificados, que los trabajadores con una sólida educación son claros ganadores, puede ser dominante en la discusión pública, pero se desactualizó hace décadas.

El hecho es que desde 1990 aproximadamente el mercado laboral de EE.UU. se ha caracterizado no por un aumento generalizado de la demanda de capacitación, sino por un "vaciamiento": los empleos con mejor remuneración y los de salarios bajos crecieron rápidamente, no así los empleos de salarios medios, la clase de trabajos de los que dependemos para sostener a una fuerte clase media. Y el agujero en el medio se fue agrandando; muchas de las ocupaciones bien remuneradas que experimentaron un rápido crecimiento en los 90 han crecido más lentamente en los últimos tiempos, aun cuando se aceleró el crecimiento del empleo de salarios bajos.

¿Por qué ocurre esto? La creencia de que la educación es cada vez más importante se basa en la noción ­que suena plausible­ de que los avances tecnológicos incrementan las oportunidades laborales para quienes trabajan con información; dicho en términos más sencillos, que las computadoras ayudan a los que trabajan con la cabeza y que perjudican a los que trabajan con las manos.

Sin embargo, algunos años atrás, los economistas David Autor, Frank Levy y Richard Murnane argumentaron que esta era una manera errada de pensar el tema. Las computadoras, señalaron, sobresalen en tareas rutinarias, "tareas cognitivas y manuales que pueden realizarse siguiendo reglas explícitas". Así, cualquier tarea rutinaria ­categoría que abarca diversos trabajos administrativos, no manuales­ está en la línea de fuego. Por el contrario, los trabajos que no se pueden llevar a cabo siguiendo reglas explícitas ­categoría que incluye diversas clases de trabajo manual, desde choferes de camiones hasta porteros de edificios­tenderán a crecer aun a pesar del progreso de la tecnología.

Difícil de automatizar Y he aquí el nudo de la cuestión: la mayor parte del trabajo manual que todavía se hace en nuestra economía parece ser del tipo del que es difícil de automatizar. En particular, en momentos en que los trabajadores del sector manufacturero tienen en Estados Unidos un nivel de desempleo inferior al 6%, no hay muchos empleos de línea de producción que se puedan perder.

Mientras tanto, buena parte del trabajo administrativo que hoy realizan trabajadores con un alto nivel de educación y una remuneración relativamente elevada, pronto podrían ser computarizados. Las aspiradoras-robot (roombas) son lindas, pero todavía falta mucho para que haya porteros-robot; por su parte, la investigación legal automatizada y el diagnóstico médico por computadora ya están aquí.

Y también hay que considerar la globalización. En otra época, sólo los obreros de fábrica tenían que preocuparse por la competencia de otros países, pero la combinación de computadoras y telecomunicaciones hizo posible proveer muchos servicios desde lejos. Y la investigación de mis colegas de Princeton Alan Blinder y Alan Krueger sugiere que los empleos bien pagos realizados por trabajadores con un alto nivel de educación tienden a ser más "tercerizables" que los trabajos realizados por trabajadores menos calificados y con sueldos bajos. De ser así, el crecimiento del comercio internacional de servicios agudizará aún más el vaciamiento del mercado laboral estadounidense.

Lo que la universidad no puede ¿Pero, todo esto, qué dice de la política? Sí, necesitamos corregir la educación estadounidense. En particular, las desigualdades que experimentan los norteamericanos desde la línea de partida ­los chicos brillantes de familias pobres tienen menos posibilidades de terminar la universidad que los chicos mucho menos capaces de familias ricas­ no son solamente una atrocidad: representan un descomunal desperdicio del potencial humano de la nación.

Pero hay cosas que la educación no puede hacer. En especial, la noción de que poner más chicos en la universidad puede devolvernos la sociedad con clase media que supimos tener es una expresión de deseos. Ya no es tan cierto que un título universitario garantiza un buen empleo, y con el correr de las décadas es cada vez menos cierto.

Por eso, si queremos una sociedad con más prosperidad para todos, la educación no es la respuesta: tendremos que ocuparnos de construir esa sociedad directamente. Tenemos que restablecer el poder de negociación que la fuerza laboral perdió en los últimos 30 años, de modo que los trabajadores comunes así como las superestrellas puedan negociar buenas remuneraciones. Debemos garantizar las necesidades básicas, sobre todo el cuidado de la salud, para todos los ciudadanos.

Lo que no podemos hacer es llegar adonde queremos ir simplemente otorgándoles a los trabajadores títulos universitarios, que pueden ser no más que pasaportes a empleos que no existen o no pagan salarios de clase media.


Traducción: Susana Manghi

http://www.ieco.clarin.com/economia/Empleo-educacion-respuesta_0_221700003.html

lunes, 14 de marzo de 2011

El milagro de Mauricio. Joseph E. Stiglitz

NUEVA YORK – Supongamos que alguien describiera un pequeño país que da educación gratuita hasta el nivel universitario a todos sus ciudadanos, transporte escolar para los niños y atención a la salud sin costo –incluyendo operaciones del corazón—para todos. Podría pensarse que ese país o es increíblemente rico, o va en camino de una crisis fiscal.

Después de todo, los países ricos de Europa se dan cuenta cada vez más de que no pueden costear la educación universitaria y están pidiendo a los jóvenes y sus familias que asuman los gastos. Por su parte, los Estados Unidos nunca han intentado ofrecer educación universitaria gratuita para todos y fue necesaria una amarga batalla para asegurar que los estadounidenses pobres tuvieran acceso a la atención a la salud –una garantía que el partido republicano está esforzándose ahora por derogar, con el argumento de que el país no puede pagarlo.

Pero Mauricio, una pequeña nación isleña en la costa oriental de África no es particularmente rica ni se dirige a la ruina presupuestal. No obstante, en las últimas décadas se ha dedicado a construir con éxito una economía diversificada, un sistema político democrático y una sólida red de seguridad social. Muchos países, entre ellos los Estados Unidos, podrían aprender de sus experiencias.

En una reciente visita a este archipiélago tropical de 1.3 millones de habitantes, tuve la oportunidad de ver algunos de los avances que ha hecho Mauricio – logros que pueden parecer sorprendentes a la luz del debate que se da en Estados Unidos y otros lugares. Consideremos la propiedad de la vivienda. Mientras que los conservadores estadounidenses sostienen que el intento de su gobierno para ampliar la proporción de propietarios de vivienda al 70% de la población del país fue lo que provocó la crisis financiera, el 87% de los habitantes de Mauricio son dueños de sus casas –sin burbuja inmobiliaria.

Ahora una cifra dolorosa: el PIB de Mauricio ha estado creciendo a más del 5% anual durante casi 30 años. Es obvio que debe haber algún "truco". Mauricio debe ser rico en diamantes, petróleo o algún otro producto valioso. Sin embargo, Mauricio no tiene recursos naturales explotables. En efecto, cuando se acercaba su independencia de Gran Bretaña, que llegó en 1968, su porvenir era tan desalentador que el premio Nobel de economía James Meade escribió en 1961: “Será un gran logro si [el país] encuentra empleos productivos para su población sin una grave reducción del nivel de vida existente…Las perspectivas de un desarrollo pacífico son escasas.”

Como para demostrar que Meade se equivocaba, los habitantes de Mauricio han aumentado el ingreso per cápita de menos de 400 dólares en el momento de su independencia a más de 6,700 dólares actualmente. El país ha pasado del monocultivo del azúcar a una economía diversificada que incluye el turismo, las finanzas, los textiles y, si los planes actuales tienen éxito, la alta tecnología.

Durante mi visita me interesaba entender mejor qué había conducido a lo que algunos han llamado el milagro de Mauricio y qué podían aprender de ello otros países. De hecho, hay muchas lecciones, algunas de las cuales deberían tener en mente los políticos de los Estados Unidos y otros lugares en sus batallas presupuestales.

En primer lugar, la cuestión no es si podemos costear la atención a la salud o la educación para todos o asegurar una mayor proporción de propietarios de vivienda. Si Mauricio puede hacerlo, también pueden Estados Unidos y Europa –que son mucho más ricos. Se trata más bien de cómo organizar la sociedad. En Mauricio se ha elegido un camino que conduce a niveles más altos de cohesión social, bienestar y crecimiento económico –y a un nivel más bajo de desigualdad.

En segundo lugar, a diferencia de muchos otros países pequeños, Mauricio ha decidido que la mayor parte del gasto militar es un desperdicio. Los Estados Unidos no tienen que ir tan lejos: apenas una fracción del dinero que el país gasta en armas que no funcionan para combatir enemigos que no existen contribuiría en gran medida a crear una sociedad más humana, incluyendo la provisión de atención a la salud y educación a aquellos que no pueden pagarlas.

En tercer lugar, Mauricio reconoció que, sin recursos naturales, su gente era su único activo. Tal vez ese aprecio de sus recursos humanos también es lo que llevó a que Mauricio se diera cuenta de que, sobre todo debido a las potenciales diferencias religiosas, étnicas y políticas del país –que algunos trataron de aprovechar para inducirlo a que permaneciera como colonia británica—la educación universal era esencial para la unidad social. También lo era un compromiso decidido con las instituciones democráticas y la cooperación entre trabajadores, gobierno y patrones –exactamente lo contrario de los desacuerdos y divisiones que siembran actualmente los conservadores en los Estados Unidos.

Esto no significa que Mauricio no tenga problemas. Al igual que muchos otros países con mercados emergentes que han tenido éxito, Mauricio se enfrenta a una pérdida de competitividad del tipo de cambio. Y a medida que cada vez más países intervienen para debilitar sus tipos de cambio en respuesta a los intentos de los Estados Unidos de llevar a cabo una devaluación competitiva mediante la facilitación cuantitativa, el problema empeora. Es casi seguro que Mauricio también tendrá que intervenir.

Además, como es el caso de muchos otros países del mundo, a Mauricio le preocupan los alimentos importados y la inflación de la energía. Responder a la inflación mediante el aumento de las tasas de interés simplemente agravaría las dificultades que representarían precios más altos con desempleo elevado y un tipo de cambio aún menos competitivo. Será necesario considerar intervenciones directas, restricciones a las entradas de capital de corto plazo, impuestos a las ganancias del capital y reglamentaciones bancarias cautelares estabilizadoras.

El milagro de Mauricio data de su independencia; no obstante, el país todavía acarrea algunos de sus legados coloniales: la desigualdad de la tierra y la riqueza así como la vulnerabilidad a la alta política global. Los Estados Unidos ocupan una de las islas de Mauricio, Diego García, como base naval sin compensación, pues oficialmente la arriendan del Reino Unido, que no sólo conservó la Isla de Chagos, infringiendo el derecho internacional y el de las Naciones Unidas, sino que expulsó a sus ciudadanos y se niega a permitir que regresen.

Ahora los Estados Unidos deberían comportarse correctamente con este país pacífico y democrático: reconocer la propiedad legítima de Diego García, renegociar el contrato de arrendamiento y redimir los pecados del pasado mediante un pago justo por el territorio que han ocupado de manera ilegal durante décadas.

Joseph E. Stiglitz es catedrático de la Universidad de Columbia y ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía. Su libro más reciente esFreefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy, que ahora está disponible en francés, alemán, japonés y español.